Así el joven pinzón, 20 gramos de ingravidez, buscando ocultarse de la plomiza mirada de 1.989 × 1030 kilográmos de un sol de cuatro mil seiscientos millones de años, quizás consciente de lo efímero de su paso por una Tierra de cuatro eones, se posó durante apenas un segundo en aquel hueco entre los bloques de dos toneladas y media de piedra, justo bajo aquel símbolo tallado hace dos mil doscientos años. En Egipto los ciclos lo inundan todo. Las aguas del Nilo, el día, la noche.
Aquel instante que un fotógrafo quiso hacer eterno.
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